Tomado de la Revista Aliis Tradere. Vol: 1 Nº 1, junio 2009.
Henri Lacordaire joven abogado, más tarde sacerdote de la diócesis de Paris y, finalmente, restaurador de los dominicos en Francia, echó a andar un modelo dominicano adoptado a su época revolucionaria, que se extendió prácticamente a toda la Orden. Había nacido en 1802, cuando el Imperio de Napoleón pretendía superar la anarquía y consolidar la herencia de la Revolución Francesa, para llevar al resto de Europa. Aunque de familia católica, Henri se formó en el ambiente laicista y escéptico tanto del Liceo de Dijon como de la Facultad de Derecho de la Universidad de París. Voltaire y Rousseau eran sus autores preferidos.
Poco después de iniciar el ejercicio de la abogacía, en 1824 ingresó al Seminario y, ya ordenado sacerdote, se puso en contacto con el Obispo de Nueva York para radicarse en Estados Unidos; pero estalló la Revolución en 1830 en París y creyó llegada la hora de la provincia, pues todo parecía favorecer a los católicos dentro y fuera de Francia. Debía quedarse en su patria, viajó a Italia.